en sí, Bárbara desmenuza las fuentes ( el Zohar, el Talmud babilónico, la Biblia de Jerusalem, y otros libros sobre la tradición y religión judías) y nos vuelve a contar esa historia conocida solo entre algunas feministas y paganas y que este libro viene a corroborar, a rescatar del tal vez, del ellas dicen o inventan, y la coloca en su verdadera dimensión.
La primera esposa de Adán, la rebelde que no consintió que nadie estuviera sibre ella en ninguna circuntancia. La seductora castigada por Yahvé y convertida en la demonia que hace que hombres y mujeres que duermen solas en una cama tengan sueños eróticos, orgasmos, emisiones nocturnas. La que con ese esperma robado crea a su séquito de demonios
la víbora traidora e insaciable, la que contiene en si toda la maldad natural de la mujer
esa misma mujer que todos añoran y temen, como bien sabe Serrat
esa mujer que somos todas las mujeres y que, en tiempos de la locura de ahoy, somos también consumidas y consumidoras y por lo tanto debiéramos seguir atadas a las reglas babilónicas y judeocristianas y musulmanas de sumisión total.
Parece que, al menos en tiempos históricos, siempre ha existido ese deseo irreflenable por Ella acompañado de su desconocimiento, convertido en miedo, pánico, odio...
pero, como dice otra Bárbara: por más seductoras que encuentren los hombres sus propias fantasías sobre la mujer sexualmente insaciable, se retraen con franca rapidez de cualquier cosa que se asemeje a la realidad.
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