hace muchos años que abandoné el DF:
he vivido deliciosamente en Xalapa y Coatepec
he sufrido Toluca
he sobrevivido Valle de Bravo
y llevo más de una docena de años en Morelia
al principio me daba terror cada vez que visitaba el DF y ver claramente la densa nata en la que me iba a sumergir, desde la carretera en Río Frio, o llegando a Santa Fé. Lo aborrecía, era invivible, con una contaminación muchos años negada y después medida en imecas. Una ciudad con demasiado de todo. Demasiado smog, demasiada basura, demasiados autos, demasiada pobreza, demasiada riqueza, demasiada gente, pero también mucha cultura -sobre todo cuando empezaron los festivales de blues y jazz, que ya se me hicieron inalcanzables por cuestión de distancias- mucho movimiento, mucha más perspectiva cosmopolita, mucho mas abierta que en los sitios en los que he vivido...oh, si! y es que corroboro cada vez que pueblo chico, o ciudadcita, infierno grande, además de muchos límites sociales.
Me he reconciliado con el DF. Siento que ha dejado de ser hace rato en sí provinciano y sus gente está hambrienta de acción y de historia. Es una ciudad decidida a que las cosas sucedan, a su creación y resonancia. No sigue, guía. Inventa superhéroes. Es cogollo de las millones de hojas que somos. Sus tesoros no son solo la gran arquitectura palaciega de Santa Fe sino la enjundia de la resistencia creativa. No solo el acervo en sus museos sino la diaria recreación de la magna realidad: la Nacional. (sin menospreciar, por supuesto, lo que se genera en cada rincón de esta tierra, en cada corazón, mente y manos de cada mexican@...)
No en balde es una ciudad abiertamente izquierdista desde el 94, no en balde pasaron el 68 y el 71, no en balde ha sido nutrida por toda la riqueza de todos los estados creadores del chilango. El DF es la olla de mole y de tinga, de cochinita y churipo. Congrega todas las especias y todas las especies, y es generadora de usos y costumbres que nacen, cambian, se multiplican, diversifican y saben a calle, a cultura, a inteligencia, a resistencia, a suadero y cueritos o algodón de azúcar. Ombligo de la luna que es.
Esa ciudad de mi infancia y adolescencia, que fue nido de mis juegos solitarios, de mis hallazgos y definiciones, de los torpes pasos de mi crecimiento, vuelve a estar en el centro de la nostalgia identitaria, de un cariño en el exilio...
Fabrícate, en secreto, una ciudad sagrada,
y equilibra en su centro la rosa primitiva.
(claro que Efraín Huerta)
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