Maribel Portela lleva varios años de figurar en el mainstream mexicano. Comenzó como figurativa pero siempre con un estilo que remite a lo arcaico, que es lo que me gusta. Sus Diosas de todos los días son figuras que pudieran salir de Knossos y de algún palacio en Mali. Y ahora se vierte en lo orgánico, lo vegetal, lo prehistórico, como estas flores que habitarán el parque Bicentenario.
Maribel trabajó en el taller (de lujo) de Mariana Velázquez:
cuya obra -principalmente torneada- siempre ha sido de líneas finas, cachondas semillas de plantas por crear. Su casa es igualmente orgánica, sin ángulos rectos, hecha a mano. Su taller es amplio y luminoso. Un agazajo.
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