Hasta el siglo XIX la Tierra tuvo una población de cuando mucho mil millones de humanos. Esta se alteró de manera brutal durante el XX, en que pasamos a ser 6 mil millones (ahora somos ya 6 mil 600). Así, en relación con las demás especies, nuestra presencia se sobredimensionó fuera de toda proporción saludable: crecimos como un enorme tumor maligno dentro de la naturaleza. A partir de la revolución industrial, convertimos el medio ambiente en una mercancía y lo explotamos con la ingenua certeza de que era infinito. Al adoptar al petróleo como base de todas nuestras actividades productivas, iniciamos la destrucción acelerada de la atmósfera, los mares, los ríos, los bosques, los lagos, las selvas, y acabamos con millones de especies, animales y vegetales, de cuya existencia ni siquiera nos enteramos.
Gracias a la petroquímica, fabricamos materiales cada vez más perniciosos para la biodiversidad y nuestro propio organismo. Al suprimir áreas boscosas para generar más carne y cereales, reducimos la humedad de los suelos, fomentamos el avance de los desiertos y agudizamos la fiebre que hoy derrite los glaciares y atiza la furia de las lluvias, de los vientos y de los incendios, mientras la miseria de los más pobres agrava los efectos de los terremotos. Si la temperatura del planeta sigue subiendo, dentro de 50 años habrá cientos de millones de refugiados ecológicos, que ya no podrán vivir en litorales sepultados por los mares, ni en países donde el calor sea mortal incluso para los hombres y las mujeres más fuertes. Lo más triste es que nadie, agobiados como estamos todos por los problemas de cada día, nadie hace nada para impedir la agonía de nuestra especie. Y lo más indignante es que, si lo intentáramos, padeceríamos la violencia de los grandes consorcios multinacionales –que viven para acumular dinero a costa de la devastación ecológica–, y de los gobiernos que cuentan con armas de ilimitada potencia para agilizar la extinción de la humanidad con tal de preservar sus áreas de influencia y dominación política. ¿Hay, a pesar de todo, una salida posible? ¿Tenemos todavía derecho a vivir con esperanzas?
-este es parte del Desfiladero de Jaime Avilés. Para terminar de leerlo, visitalo aquí y para seguir con la reflexión un flash back elemental, Zombie, de Cranberries. La imagen es la portada del disco D12World de Eminem :
we must be mistaken...seguro que estamos esquivocad@s.
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