viernes, agosto 01, 2008

ya de este lado..

han pasado cosas....aparte de que Morelia me agota -literalmente-, la vida nacional apabulla con su devenir. Pero ahora solo mencionaré dos cosas. La muerte de Victor Hugo Rascón Banda, director de la SOGEM (por lo tanto maestro de Amadís), pero primero que nada dramaturgo, que "fue orillado a ser escritor" por las atrocidades de la vida real. (Ernesto Hernández publica un video aquí), y la otra muerte, la de Alejandro Aura, a quien tuve oportunidad de conocer en Madrid cuando él era director del Instituto de México en España y yo, en muletas, fui a dar mi conferencia sobre cerámica mexicana. Antes de eso, había leído su poesía, la había incluso utilizado en mi librito Ego Trip. Pero la noche en que tomé las fotos de las manos de los poetas, y que presenció Alfredo Carrera, colocó las suyas suavemente sobre el mantel, dispuestas a participar en un juego invisible.
Al enviarles el resultado a todos los que sus manos se convirtieron en uno de mis sueños, él, Alejandro, contestó con agradecimiento y sencillez. Valga este retazo de la memoria, que al fin - si la dejamos- se revienta en el aire como estas burbujas, junto con su último poema, tan consciente de la muerte que llegaba. Pienso en el guerrero que escoge su muerte, que la sabe, con ella conversa, con ella danza al atardecer. Como Vallejo.
DESPEDIDA

Así pues, hay que en algún momento cerrar la cuenta,
pedir los abrigos y marcharnos,
aquí se quedarán las cosas que trajimos al siglo
y en las que cada uno pusimos nuestra identidad;
se quedarán los demás, que cada vez son otros
y entre los cuales habrá de construirse lo que sigue,
también el hueco de nuestra imaginación se queda
para que entre todos se encarguen de llenarlo,
y nos vamos a nada limpiamente como las plantas,
como los pájaros, como todo lo que está vivo un tiempo
y luego, sin rencor, deja de estarlo.

¿Se imaginan el esplendor del cielo de los tigres,
allí donde gacelas saltan con las grupas carnosas
esperando la zarpa que cae una vez y otra y otra,
eternamente? Así es el cielo al que aspiro. Un cielo
con mis fauces y mis garras. O el cielo de las garzas
en el que el tiempo se mueve tan despacio
que el agua tiene tiempo de bañarse y retozar en el agua.
O el cielo carnal de las begonias en el que nunca se apagan
las luces iridiscentes por secretear con sus mejillas
de arrebolados maquillajes. El cielo cruel de los pastos,
esperanzador y eterno como la existencia de los dioses.
O el cielo multifacético del vino que está siempre soñando
que gargantas de núbiles doncellas se atragantan y se ríen.

Lo que queda no hubo manera de enmendarlo
por más matemáticas que le fuimos echando sin reposo,
ya estaba medio mal desde el principio de las eras
y nadie ha tenido la holgura necesaria para sentarse
a deshacer el apasionante intríngulis de la creación,
de modo que se queda como estaba, con sus millones,
billones, trillones de galaxias incomprensibles a la mano,
esperando a que alguien tenga tiempo para ver los planos
y completo el panorama lo descifre y se pueda resolver.
Nos vamos. Hago una caravana a las personas
que estoy echando ya tanto de menos, y digo adiós.

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