martes, junio 02, 2009

a petición del público, un capítulo de la novela OGO, de amadís ross

Serov, Pangea. Lunes 30 de julio de 2558, 10:03 p.m. hora local

Nace Iván

Vestido con un traje antiséptico, el señor Nikolsk camina del sillón al ventanal y contempla el resplandor de la nieve sobre los montes Urales. La noche rusa brilla con claridad inaudita. El señor Nikolsk piensa que su hijo nacerá en Luna nueva, un cielo iluminando a la Tierra sólo con las estrellas. Regresa al sillón, no sin antes detenerse por un instante ante la puerta tras la cual su mujer está dando luz a su primogénito cinco semanas antes de lo esperado. Debería estar ahí, tomando su mano y animándola, y lo había intentado; un minuto después estaba afuera, sudando frío y resistiéndose a una náusea que le partía el cuerpo; no, era imposible para él estar ahí, nada más mirando. El sillón se amolda a su peso y eleva en dos grados la temperatura, la noche apresura el paso. Cuando termine, podré entrar. Deberé abrazar a Misha, besarla, y al bebé también. Aunque ella tardará varios días en perdonarme.

La puerta se abre. La sonrisa acostumbrada por los médicos en esas situaciones no está ahí.

-Señor Nikolsk.

El señor Nikolsk se incorpora del sillón, un su rostro hay un signo de alarma.

-Su esposa está reposando, el alumbramiento ocurrió sin contratiempos. Un varón, como se esperaba.

-Bien, iré a verlos ahora. Muchas gracias Doctor Szymanski.

-Aguarde, señor Nikolsk. Hay un problema. Su hijo ha sido ingresado a la incubadora y no podrá verlo por ahora.

-¿Cómo?

-Presenta una complicación respiratoria aguda, es todo lo que puedo decirle hasta no realizar mayores análisis.

-¿Complicación aguda? Eso no es posible Doctor, ¿acaso hemos retrocedido doscientos años? ¡Estamos en el Esplendor, la cumbre de la medicina!

-No se preocupe, señor Nikolsk, los mejores especialistas atienden ahora mismo el caso. Pase con su esposa y póngase cómodo, pronto tendrán noticias nuestras.

Bajo la luz melón resplandece un velo transparente de tonos plateados que cubre la cama de Misha. Un medibot permanece al lado, inerte hasta que el señor Nikolsk levanta el velo y contempla a su esposa. No se atreve a acercarse más. Ella lo mira con socarronería.

-Dicen que está bien. Análisis y esas cosas, ya sabes.

Su esposa deja de mirarlo y no contesta.

-Y en cuanto a lo de hace un momento...

-Shhh. Ven.

Los esposos se abrazan. El medibot vuelve a su letargo.

En la sala de cardiología pediátrica, Kyski, IA médico nivel 2 exclusiva del Hospital Gubaja, confirma la veracidad de sus datos ante los tres especialistas. Ninguno de ellos puede creerlo.

-¿Se llamará Mijail, como tanto has dicho? -el señor Nikolsk acaricia el cabello de Misha, ella se siente cada vez más impaciente-. O Iván, como tu abuelo -ríe-. Cuando lo vea sabré si tiene cara de Iván o de Mijail.

Poco a poco se ha asentado en su alma la sensación de ser padre, y ahora se arrepiente de no haber presenciado la llegada de su hijo.

-¿Por qué aún no regresa el Doctor Szymanski? -pregunta ella.

El sudor no deja de brotar en el rostro del Doctor Szymanski. Kyski realiza la tercera inspección general en media hora. Cientos de nanobots circulan por las venas y arterias del bebé, reparando tejidos, conteniendo hemorragias, haciendo mediciones y tomando muestras. Vera Bezújov, neuróloga pediatra, mira con ojos adustos la información recibida por Kyski, proyectada en tres pantallas de tercera dimensión limitada. Sentado frente a dos virtuales y luciendo un opticógrafo como corona, el cardiólogo Kirílovich sigue también el informe.

-Si me permite utilizar una analogía, Doctor Szymanski -a pesar de la entonación bien articulada de Kyski, sus palabras siempre suenan secas, sin peso-, es como si estuviera haciéndose más joven en una degeneración constante.

-No es una analogía, Kysk, está ocurriendo así.

-Zenka uno, zenka dos. Resultados -recita la IA-, resultados señora y señores. Ninguna reacción al tratamiento enzimático. También se presentó un rechazo del 99.98% al la neotriyodotironina. Los órganos más afectados continúan siendo el corazón y los pulmones, con disminuciones de volumen de 12.57% en el primero y 26.41% en los otros. El sistema linfático se ha degradado un 29.86%. Las reparaciones manuales lo mantienen vivo. Sistema nervioso funcionando en un 97.31%.

-Alto, demasiado alto -interviene el Doctor Kirílovich-, debemos saber por qué el sistema nervioso se mantiene intacto.

-La curiosidad científica no es de utilidad en este momento -censura la Doctora Bezújov-, sólo debemos enfocarnos en detener el estado degenerativo.

Szymanski y Kirílovich asienten, pero ninguno de ellos sabe cómo impedir algo así, simples testigos de un caso sin precedentes en la historia de la medicina. En menos de media hora el bebé será un feto de ojos gigantes, sin piel y con manos deformes.

-Doctor Szymanski -dice Kyski-, los padres llevan treinta y cinco minutos sin recibir información sobre su hijo. ¿Envío alguna enfermera?

-No. Iré personalmente. Está usted a cargo, Doctora Bezújov.

La luz continúa siendo melón en el cuarto donde ninguno de los nuevos progenitores permanece tranquilo.

-¡Doctor!, finalmente. Comenzábamos a preocuparnos.

-Señores Nikolsk -el rostro cansado, amarillento del médico los mira con lejanía-, su hijo...

-Iván -interrumpe Misha con labios resecos.

-...Su hijo, Iván, continúa en la incubadora, y proseguimos con nuestros análisis. En el momento en que sepamos algo más se lo informaremos.

-Por favor, díganos claramente qué es lo que tiene Iván -apremia el señor Nikolsk-, tenemos derecho a saberlo.

-Los mejores especialistas del hospital lo están atendiendo. Hacemos lo posible... -hay tristeza en su voz.

-Pero, ¡¿qué es lo que tiene?!

-Aún no estamos seguros.

-¿Cómo es eso posible? -el nuevo padre comienza a sentirse exasperado- Doctor, no ande con laberintos y díganoslo directamente.

El Doctor Szymanski mira a los esposos sintiendo un nudo en la garganta.

-No sabemos lo que tiene su hijo excepto que es muy grave, probablemente morirá en las siguientes horas. Somos tres especialistas y nuestra IA quienes estamos trabajando…

-¡Quiero verlo! -grita Misha con el rostro resuelto-. ¡Exijo verlo!

-Señora Nikolsk, eso es imposible.

-¡Es mi hijo! ¡Tengo derecho a verlo aún con vida!

El Doctor Szymanski cierra los puños. Durante años y años ha contemplado la fuerza ciega que transforma a mujeres en madres decididas, pujando desde su corazón, con el cabello empapado de sudor, mostrando la más pura de las sonrisas cuando su bebé ha nacido, amamantándolo por primera vez con dulzura infinita. Y durante años y años se ha sentido orgulloso de su trabajo, fuente de constantes satisfacciones, un trabajo que lo hace sentirse útil y respetado. ¿Cuántos y cuántos padres agradecidos? Pero ahora nada de eso cuenta. Por primera vez en su carrera es presa de la misma impotencia que debieron sentir tantos hombres de la medicina en el pasado: el dolor negro de saber que no se puede hacer nada.

-No es conveniente, señora Nikolsk.

Las tres pantallas de Kyski advierten sobre un inminente paro simultáneo en los sistemas circulatorio y respiratorio de Iván.

-¡CPR! -ordena el Doctor Kirílovich-, ¡De prisa!

-Aplicando CPR, respuesta del 51.93% -contesta la voz impersonal de la IA-, pulso 20/82 y descendiendo.

-Es inútil, sólo estamos alargando su agonía.

Los médicos se miran entre sí. Será un amanecer de oscura memoria. La puerta se abre y entra el Doctor Szymanski seguido por el señor Nikolsk, quien no se intimida ante los complejos aparatos médicos que atestan el cuarto de cardiología pediátrica.

-Doctores, les presento al señor Nikolsk, padre de Iván.

-¡Szymanski! -profiere la Doctora Bezújov- ¡Esto es contra las reglas!

-Lo sé. Pero tiene derecho a ver a su hijo aún con vida.

-Eso ya no es su hijo -gruñe Kirílovich, quien calla avergonzado ante la mirada fulminante de Nikolsk.

-¿Es esta la incubadora?

Tras una burbuja transparente de cristal estéril reposa un diminuto cuerpo de cabeza hundida y piel viscosa conectado a varios filamentos.

-No, n-no respira.

-Está vivo, pero no será por mucho tiempo. Lo sentimos, señor Nikolsk, hemos hecho lo posible.

-¿Qué le ha pasado? -solloza.

-Doctor Szymanski -interrumpe con urgencia Kyski-, la señora Nikolsk está en la puerta.

-¡Misha! Debió habernos seguido.

-¿Cómo? ¡Ábrela de inmediato!

-¡Doctor Szymanski! -advierte Bezújov con voz dura-, si deja entrar a la paciente se arriesga a la corte médica.

-No me importa, Vera, este caso ya ha alterado para siempre mi historial. Kysk, deja pasar a la señora Nikolsk, no está en condiciones para permanecer de pie.

Al abrirse la puerta el cuerpo de Misha se desploma. Su marido y un medibot corren a auxiliarla. Los médicos contemplan la escena en silencio, siguiendo con la mirada el lento caminar de la pareja hasta la incubadora, rematado por el sollozo de la madre ante el hijo agonizante; el lamento se eleva hasta transformarse en un grito desgarrador. La Doctora Bezújov hace un gesto al Doctor Szymanski, es necesario llevarse a la pareja. Muchos estudios se le deben hacer al bebé antes de entregarlo al servicio funerario. Szymanski asiente.

-La presión arterial aumenta a 60/100 -irrumpe Kyski-, el corazón recupera volumen. Los pulmones han vuelto a funcionar.

El Doctor Kirílovich es el primero en reaccionar.

-¡100 cc de insulina! -dictamina-, ¡Date prisa Kysk!

-Aplicando -responde la IA con un acento de emoción desconocido hasta ese momento por los médicos-, el sistema linfático se recupera en un 35.12%, ¡el respiratorio en un 52.10%! ¡Reflejos detectados! No necesita la insulina, lo está haciendo por sí mismo.

La señora Nikolsk deja de llorar, pasmada ante las convulsiones que recorren a su bebé.

-¿Qué le pasa a mi hijo? ¡Iván!

El Doctor Szymanski se aproxima para sacarlos de la habitación, Kyski continúa vomitando datos sobre la inverosímil recuperación.

-Señores, deben dejar a los especialistas hacer su trabajo. Por favor esperen en su cuarto. Una enfermera los acompañará.

-¿Qué tiene, Doctor? -lo mira con ojos inundados la señora Nikolsk- ¿qué es lo que le pasa?

-Señora, debe permitirnos trabajar, por favor acompáñeme.

El señor Nikolsk aprueba la idea y toma del brazo a su mujer. No han caminado más de cinco pasos hacia la puerta, cuando la voz de Kyski suena más alta que nunca, casi tenor:

-¡La recuperación se ha detenido! Sus sistemas fallan nuevamente. ¡Aplicando neotriyodotironina!

Una fuerza venida de muy adentro, de olor selvático y mordiente como el fuego, explota en el pecho de Misha Nikolsk. Sobreponiéndose al agotamiento, se libra del abrazo de su marido y corre hacia la incubadora. Iván es una masa informe que se agita cuando ella llega a su lado. La voz de Kyski inunda el cuarto, el bebé otra vez se está regenerando. La burbuja de cristal estéril de la incubadora se opaca súbitamente, resquebrajándose hasta desplomarse en cientos de fragmentos.

El silencio es cortado por el llanto de un bebé, sano y rosado, en los brazos de su madre.


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