Cuando te dicen que a los niños los trajo la cigüeña (a las niñas quién sabe), te imaginas un pajarraco con pico de hierro que trabaja para la fábrica de bebés en algún barrio de París. Las tarjetitas así las pintan, blancas, largo pico patas largas. Pero nunca ves a una, como a santaclós. Luego te enteras que a estos bichos volantes les gusta el calorcito de las chimeneas y ahí ponen sus nidos. Pero sigues sin verlas. Hasta que un día bajas del carro para tomar unas fotos de otra cosa y levantas la vista (maravillosa costumbre de ver para todos lados) y te encuentras a un par de estás míticas aves en plena acción mundana:
una montándose a la otra...
claro, para eso son los nidos!...
la cámara rápidamente hace click aunque no hubiera sido la mejor toma...
qué manera tan guay de conocerlas! aves con apetitos y a la mitad de Galicia!
una montándose a la otra...
claro, para eso son los nidos!...
la cámara rápidamente hace click aunque no hubiera sido la mejor toma...
qué manera tan guay de conocerlas! aves con apetitos y a la mitad de Galicia!
(ojo, no hay chimenea!)
y es que lo que quería fotografíar era un cementerio que había visto en mis viajes anteriores a Asturias mientras iba en el bus. Ahora iba en coche así que pedí a Fermín se detuviera para hacer algunas tomas (de conciencia) en este el día tan gris.
Cementerio. La última cruzada y sus miles de muertos que quedaron desperdigados por el camino. Cementerio. La última tajada de tierra que está fuera de ella.
Cubículos propios con señales que se extienden hacia el cielo para ocultar su pequeñez.
Urbanización para los muertos.
Propiedad explícita que dice esto soy yo (aunque ya no esté)
Cubículos propios con señales que se extienden hacia el cielo para ocultar su pequeñez.
Urbanización para los muertos.
Propiedad explícita que dice esto soy yo (aunque ya no esté)
a la salida ahí estaban. Él, el cigüeño, vigilante. Ella, calentando el nido. Guapos pájaros.
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