Esta luna llena en cercano perigeo nos trajo el equinoccio y la formal entrada de la primavera. Entonces y vuelta de tuerca, comparto de nuevo este texto, originalmente publicado en el Acento de la Voz de Michoacán. La foto es de Diana Maldonado, la luna es de tod@s.
21 de Marzo
Elizabeth Ross
La Muerte se sumerge en el agua,
La Primavera viene a visitarnos.
Con huevos que son rojos,
Con panes amarillos,
Sacamos a la Muerte de este pueblo.
Canto de Bohemia para recibir la Primavera.
Nombrado en honor de Marte, que además de ser el dios de la guerra es el protector de la familia y el campo, Marzo era el primer mes del año romano en el calendario pre-juliano, el tiempo en que la naturaleza regresa a la vida después del invierno. Como a lo largo de todo el año en los tiempos antiguos, había continuas celebraciones sagradas: en la luna llena , los Idus de Marzo celebraban a la diosa como Anna Perenna, la del Tiempo Inagotable, con una fiesta a campo abierto, donde se bebían tantas copas de vino como años se deseaba vivir y se llamaba Fortunata o Fortunatus al vecino, como saludo. Del 19 al 24 el Quinquatrus precedía al festival del equinoccio de primavera, que caía el día 25, donde se honraba tanto a Marte como a Minerva, bajo cuya protección estaba todo el mes. Siendo Marte un dios originalmente de la vegetación y Minerva patrona de las artes y oficios (Invoquen a Pallas, niños y tiernas niñas, instaba Ovidio, que quien goce de sus favores será hábil, ya que Ella es la Diosa de los Mil Trabajos), puede suponerse que era una celebración de nuevos principios, aunque en tiempos del imperio inauguraban la temporada de las campañas militares. El 21 estaba consagrado a Artemisa Elaphebolos, la Diana cazadora de venados, a quien le ofrecían pasteles en forma de ciervo, hechos de harina, miel y ajonjolí. Tantas celebraciones en el marzo romano son solo una muestra de la carga de vida que la primavera trae a la conciencia de la humanidad
El sol hace 2000 años llegaba a la constelación de Aries en su aparente camino por los cielos, por lo que el equinoccio es conocido como Primer punto de Aries, aunque por la procesión natural de los equinoccios ahora se ha movido a Piscis. Es por esto que tradicionalmente el 21 de marzo –inicio de Aries- se sigue tomando como fecha del inicio de la primavera para el hemisferio norte. Pero fuera de exactitudes astronómicas, el equinoccio de primavera (o equinoccio vernal, Lady Day o Día de la Señora, Alban Eiler para los druidas), es uno de los dos días del año en que el día y la noche están en balance perfecto, una especie de frontera entre la oscuridad y el frío y el calor y la luz, cuyo poder va en ascenso. Innumerables mitos y leyendas se asocian a este día, que está lleno de simbolismos. Es obvio y real el tema del renacimiento, ya que comienzan los ritos animales de fertilidad e innumerables flores cubren árboles, jardines, campos. La aún promesa de crecimiento en Imbolc ahora se cumple cabal. La Rueda del Año da un giro más.
El dios de la luz vence a su gemelo dios de la oscuridad. Según la versión de Mike Nichols del Mabinogion, libro donde se encuentra la mitología gaélica celta, Llew, dios del sol restaurado/renacido en Yule, vence a Goronwy con su lanza de luz, al ser ya lo suficientemente fuerte para vencer a su gemelo rival y unirse con su amante y madre. Y la Gran Diosa Madre, que ha regresado a su aspecto de Virgen en Imbolc, da la bienvenida al abrazo del joven dios y concibe un hijo. Este niño nacerá después de nueve meses, en el siguiente Solsticio de invierno, para que así se cierre una vez más el ciclo. Llew y Goronwy, el Rey del Roble y el del Acebo, el Año Creciente y el Año Menguante, la rueda que gira y gira...
Para las religiones paganas, o basadas en el conocimiento de la Tierra, tanto las celebraciones solares de la Rueda, o sabbats, como las lunas llenas, o esbats, están relacionadas con el ciclo sagrado. Los romanos Idus de marzo, que este año caen el 28 con la luna en libra, son, para las culturas del norte, celebración de Eostara, diosa teuton-sajona, considerada la versión norteña de Astarté. Eostara, Ostara, Eostra, Austra, es una diosa lunar de la fertilidad y de la primavera. Su nombre significa movimiento hacia el sol naciente y del él se derivan la palabra Este y otras relacionadas directamente con lo femenino, como estrógeno, e incluso Easter, palabra inglesa para designar la Pascua. El monje benedictino Bede (672-735) escribió en su De Temporum Rationale una crónica de los orígenes de la Pascua, que relaciona con Ostara y su fiesta.
Para la Iglesia Católica, entonces, hay dos celebraciones alrededor del equinoccio: uno, en el viejo calendario litúrgico fijo, la Fiesta de la Anunciación el 25 de Marzo, que es cuando el arcángel Gabriel anuncia a María su embarazo. La Iglesia necesitaba que la Virgen María concibiera a Jesús nueve meses antes de su nacimiento, cuando por fin decidió que éste se celebraría en el solsticio de invierno, o Navidad en el calendario fijo. Por supuesto que esta imagen coincide con la Diosa pagana concibiendo al Sol que nacerá en Yule. En un sentido mítico, la pareja divina se ama desde Imbolc, cuando el joven sol alcanza la pubertad, mas como la joven diosa acaba de ser madre en el solsticio y probablemente amamanta a su pequeño hijo, la concepción se ha retardado naturalmente unas seis semanas y, aunque se halla unido al Astado antes, no quedará embarazada hasta ahora.
El otro suceso Cristiano es la Semana Santa y la Pascua, que finalmente también celebra la victoria de Jesús como dios de la luz sobre la oscuridad, o sea la muerte. Si Easter viene de Ostara, ésta se celebra en la luna llena más cercana al equinoccio y, como la Iglesia no celebra las lunas aunque calcule sus fiestas en base a ellas, la Semana Santa siempre será el primer domingo después del plenilunio que sigue al equinoccio.
Es curioso como la anunciación del nacimiento de Cristo y su muerte y resurrección están tan cercanas. Y así como Cristo desciende al reino de los muertos por tres días –de su muerte en la cruz el Viernes santo al Domingo de Resurrección- la mayoría de las religiones paganas hablan del descenso de la Diosa al inframundo, también por un período de tres días. Y es que hay que hacer notar que hablamos del aspecto lunar de la Diosa, por lo que la razón de esto es obvia: la luna al menguar pasa tres días en la oscuridad, tal cual la Diosa, Innana, Astarté, Deméter, Kore, una vez pasó tres noches en el reino de los Muertos. En estos tiempos en que si acaso nuestro calendario marca las lunaciones, creemos que la Luna Nueva, que más bien sería Luna Negra, ya que se muestra invisible, dura solo un día. Olvidamos, o simplemente no lo notamos, que en verdad la luna se oculta a nuestros ojos tanto el día anterior como el posterior al marcado en el calendario, cosa que por supuesto no pasaba inadvertida para nuestros antepasados. Y como esta temporada es una victoria de la vida sobre la muerte, el descenso y el regreso de los reinos ctónicos es celebrado tanto en la Diosa, la Naturaleza misma, como en Cristo como el héroe solar en su pasaje por el Inframundo, y Arturo, Gwydion, Quetzalcóatl e Ixbalanqué, que traen dones de vida desde la Tierra de los Muertos.
Arriba en el cielo azul, bajo la Vía Láctea,
Viaja una barca sin vela, sin remeros, dicen.
Blanca es la barca, y su único tripulante, un blanco conejo.
Hacia el Oeste van, silenciosos en la noche.
(Canción coreana)
Si hablamos de Luna y de Pascua, de Ostara y de Primavera, forzosamente caemos en el conejo blanco. A mi siempre me pareció un tanto absurdo, dada mi ignorancia, que un conejo escondiera huevos decorados por los jardines. Es una costumbre que se impone cada vez más y de la cual desconocemos su origen. Hasta ahora. Pero es cosa de ocuparse en atar cabos y de tejer los hilos que surgen de todas las culturas.
El conejo y la liebre son animales totémicos relacionados con la luna. Es el conejo blanco el que lleva a Alicia a sus alucinadas aventuras en las profundidades de la tierra y la Liebre de Marzo quien casi la vuelve loca junto con el Sombrerero que ya lo estaba. Como la liebre duerme con los ojos abiertos, los romanos decían que era guardiana, al igual que la luna en el cielo. Según algunas creencias europeas, se pueden ver las fases de la luna en sus ojos. Los japoneses se refieren al Conejo en la Luna que barre su superficie con colas de caballo y hace harina de arroz. La palabra mochi es a la vez luna llena y harina de arroz. En sánscrito, cacadharas significa luna y lo que lleva la liebre y la diosa maya Ixchel pare a un conejo según se puede ver en algunas estelas. Los conejos coexisten con la luna como símbolos sagrados de vitalidad, fertilidad y fuerza vital, así como de deseo sexual, o fiebre de primavera. Esta fama se debe a su conducta natural: su gestación dura cerca de un mes y, además, suele ser el primer animal que tiene su primera camada en primavera, y seguirá teniendo cada mes a lo largo del año. El dicho de estar loco como liebre de marzo, atribuido a Erasmo de Rotterdam en el siglo XV, se refiere precisamente quienes emulan sus vigorosos y fructíferos encuentros sexuales .
Entre los siglos XI y XII, los conejos fueron mal vistos por sus conexiones paganas con la sexualidad, la fertilidad extrema y el símbolo femenino por excelencia: la luna. Existe un texto del siglo XI que nombra como ominosos y causa de espanto al dragón de mar, a un barco Vikingo, y a un conejo. En los Cuentos de Canterbury, Chaucer describe a un corrupto monje que paga cualquier cosa por conseguir liebres – o sea mujeres, y éstas –las liebres- se unieron a gatos, perros, sapos, cuervos , murciélagos y búhos como supuestos familiares brujeriles. Pero en el Renacimiento el conejo obtuvo una nueva definición: la de un ser dócil y sumiso. Y curiosamente, simbolizó pureza y control sexual.
Plinio el Viejo declaró que comer carne de conejo aumentaba la propia belleza durante unas semanas y los chinos la consideran esencial para la vitalidad. Hay un mito que dice que el conejo produce el elixir secreto de la inmortalidad y que cuando la diosa Chang O toma demasiado, se vuelve tan ligera que flota hasta llegar a la luna, donde se queda a vivir. Con todo esto, ya no es extraño que el conejo sea un personaje importante de la celebración primaveral. De hecho la diosa Ostara tiene su Liebre. Dicen que Ella rescató un pájaro cuyas alas se habían congelado durante el invierno y, para calentarlo, lo convirtió en conejo, acción que dio como resultado un conejo que ponía huevos una vez al año. Y es aquí donde aparecen esos huevos ahora de chocolate, costumbre que en realidad se basa en el mito de Hathor-Astarté, que puso el Huevo Dorado del Sol.
Los persas también comenzaban su año solar en el Equinoccio, y hasta el siglo XVIII intercambiaron huevos pintados representando el renacimiento. Después del invierno, las aves de corral comenzaban a poner huevos otra vez y éstos eran teñidos de rojo sangre. Los huevos de hecho han sido siempre muy populares como amuletos e implementos mágicos. Y al hablar de carne –comestible- y de huevos, volvemos al punto motor de toda festividad: la sobrevivencia. Si la Rueda del Año indica puntos clave del calendario agrícola, esto significa el ciclo alimentario. Hablamos de comida.
Si ahora los que tenemos el lujo de no tener hambre, como diría Sabina, podemos satisfacer nuestra necesidad con una Maruchan o con salmón, comer manzanas en cualquier época del año y no distinguir los huevos frescos en el paquete, ¿podremos imaginar cómo el espectro de las hambrunas podía ser ahuyentado sólo a base de muchísimo trabajo, ayuda divina y sacrificios propiciatorios? La línea entre abundancia y carencia era mucho mas delgada de lo que podemos imaginar y por eso el énfasis en la fertilidad de todos estos rituales: Era cuestión de vida o muerte. Si cabras y vacas no se embarazaban, no habría leche para Imbolc. Y las gallinas, viviendo una vida natural, no pondrán en Yule, cuando los días son tan cortos, sino que comenzarán de nuevo para fines de febrero o marzo. Para Primavera la producción de huevo está en su apogeo. Así que los huevos de pascua son más que un símbolo de nueva vida, son una realidad de la siguiente etapa de la sobrevivencia. Esos huevos fueron un regalo para nuestros antepasados, después del rudo invierno en que las provisiones llegaron a terminarse, y sus yemas doradas parecieran promesas del sol que vuelve.
Little darling, l feel that ice is slowly melting
Little darling, it seems like years since it’s been here
Here comes the sun…
George Harrison
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