jueves, diciembre 31, 2009

cartografía personal

Las paredes de mi habitación se van llenando naturalmente de mapas. Es lógico, pegar (con bluetack, no puedo usar chinchetas) el mapa más grande que encontrara de A Coruña para no perderme, para irle conociendo, para medir mis pasos en sus calles. Después vino el de Gijón. Otra península. Otra manera de estarse en la tierra mas dentro del mar. Tengo también una postal con el mapa de España entera, con las ciudades más grandes, que me llaman a visitarlas en algún futuro próximo ahora que gozo de la españolidad.
Son mapas de territorios cartografiados hasta en sus mínimos detalles. Puedo seguir las rutas y ya medirlas a proporción experimentada por la experiencia, que hacen saber que las distancias no son lo que parecen. Que todo está más cerca, al alcance de la voluntad de caminar unos cuantos minutos. O si no, si es tarde, llueve o hay flojera, conocer la ruta de los buses adecuada.

Mapas

ayer me llegó un paquete con otro tipo de mapas. Los mapas de Iwan Bala. O más precisa, un códice, el primero que hace, en el que hace la cartografía de ciertas travesías comunes y personales, conocido ahora como Codex Iwansius Balantino. Dicho códice vino acompañado de un pedido expreso, un cuaderno para dibujar. Y vino con pilón, hojas pequeñas de papel khadi y un librito made in China and bought there en forma de...códice. Además, unas chulísimas invitaciones de una de sus expos.

Iwan lleva ya varios años dibujando mapas. Digamos que su obra configura una cartografía extensa en la que nación, identidad y ser son todos uno. Dibuja mapas con el fin de ir descubriendo costas y valles de esa tierra ignota que nos avasalla. Sabe que navegar es preciso y con su peculiar brújula va recorriendo sus territorios sicológicos para atisbar las conformaciones de sus propias penínsulas, ínsulas y archipiélagosy adentrarse luego en tierra firme, continental, más que inmensa. Pero no se, creo que él, como yo, preferimos tierra costera, mar y misterio, acantilados, bahías ocultas, en las que el afuera y el adentro se tocan, se mezclan, se disuelven una en la otra.


y ahora soy yo la que tiene una brújula en la mano. Una barca. Un lápiz y un cuaderno. Ahora es a mi a quien toca dibujar lentamente los contornos de mi península.
no somos una isla.

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