Las cámaras, para Cortázar, no sólo tuvieron una utilidad documental. Posibilitaban la ensoñación de construir el territorio de la memoria, y se atrevió a experimentar con ellas, a utilizarlas como una energía alternativa, artística. La foto para Cortázar eran la posibilidad "de recortar un fragmento de la realidad, fijándolo con determinados límites, pero de manera tal que ese recorte actúe como una explosión que abre de par en par una realidad mucho más amplia".
El universo virtual de Cortázar se completará, como puntos de amarre, con originales de su correspondencia, documentos personales y objetos que le acompañaron en vida, como el reloj de arena, un espejo ovalado y el viejo grabado de John Keats, el poeta romántico inglés del siglo XIX, que siempre tuvo un lugar de vigía en su escritorio.
Nota entresacada de El País sobre este infaltable, entrañable, adorado cronopio y sus maneras de combatir la nada.
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