Un informe interno confidencial del Banco Mundial (BM) de abril de 2008 demuestra que la producción de combustibles agroindustriales, particularmente los derivados del maíz, son la causa principal de los aumentos de los precios de los alimentos, reveló ayer el diario británico The Guardian. (Aditya Chakrabortty, The Guardian 4/7/ 2008).
No se trata de una pequeña contribución a la crisis alimentaria: según el informe coordinado por Don Mitchell, reconocido economista del Banco, la producción de agrocombustibles es responsable hasta en 75 por ciento del aumento de los precios alimentarios, y no de 3 por ciento, como afirma el gobierno estadunidense. Fuentes del BM declararon a The Guardian, que el informe fue suprimido para “no avergonzar al presidente Bush”. Otro 15 por ciento del aumento se debería a la suba de los precios del petróleo y agroquímicos.
El informe afirma que hay tres factores primarios, que en efecto dominó son responsables del aumento de los precios de los alimentos. Primero, que los granos para producción de combustibles fueron desviados de la producción alimentaria. Una tercera parte de la producción de maíz en Estados Unidos se usa para etanol en lugar de alimentos. Europa está utilizando la mitad de los aceites vegetales que produce o importa, para producir biodiesel. Segundo, el estímulo a los agricultores para que dediquen más tierra a los agrocombustibles, a costa de la tierra dedicada a producir alimentos. Tercero, la promoción de los agrocombustibles abrió un excelente terreno para la fuerte inversión de los fondos financieros especulativos, causando más aumento de precios.
Los fondos especulativos (hedge funds) salieron del sector inmobiliario en crisis y entraron agresivamente a la compra de stocks presentes y futuros de granos, empujando el alza de los precios, como parte de las apuestas financieras. Actualmente, más de 60 por ciento de las reservas y producción futura de maíz, trigo y soya han sido compradas por este tipo de fondos.
El informe confirma también que el aumento de poder adquisitivo en países como China e India “no llevó a aumentos en la demanda de granos a nivel global”. Este es uno de los argumentos favoritos de Estados Unidos y Brasil, para justificar la crisis alimentaria y exculparse por la agresiva promoción de agrocombustibles. Mitchell concluye, sin embargo, que el impacto del etanol brasilero no tuvo la misma carga en la debacle internacional de precios. Claro que para el Banco Mundial , el hecho de que el etanol brasilero sea subsidiado con trabajo semiesclavo y devastación de ecosistemas únicos, no es un costo.
Según datos del Financial Times (30/10/07), el subsidio anual de los países de la OCDE a los combustibles agroindustriales es de 15 mil millones dólares anuales. David King, anteriormente jefe de asesores científicos del gobierno británico, declaró a The Guardian “(con los biocombustibles) estamos subsidiando el aumento del precio de los alimentos mientras que no hacemos nada para enfrentar realmente al cambio climático”
No es la primera vez que el Banco Mundial critica los agrocombustibles, pero este informe es mucho más detallado y preciso que los anteriores. Sin embargo, la propuesta “alternativa” del Banco, igual que la de las empresas de agronegocios, es que se aumente la ayuda alimentaria (así se subsidia a las mismas empresas de agronegocios que ganan tanto con alimentos caros como con agrocombustibles, y además venden los granos como “ayuda” alimentaria), mientras se refuerza el apoyo a las próximas generaciones de agrocombustibles, que conllevan cultivos y árboles transgénicos o cosas peores, como vida sintética artificial –con lo cual igual compiten por tierras y agua.
En este escenario, es absurdo y criminal que el gobierno mexicano siga insistiendo en la producción de agrocombustibles, que solamente beneficiarán (en grande, eso sí) a las grandes transnacionales de los agronegocios que dominan el comercio de granos en México y en el mundo, como Cargill y ADM, y a las que controlan la semillas de maíz u otros cultivos dedicados a ese fin, como Monsanto, Syngenta y Dupont, los barones de los transgénicos.
Cualquier inversión en agrocombustibles, del tipo que sean, espoleará la escasez y carestía de los alimentos. Si además, se autorizara el maíz transgénico, como pretende el gobierno para complacer a las transnacionales, se aumentará la dependencia de las empresas extranjeras, al tiempo que la contaminación transgénica dañará los cultivos convencionales y tradicionales, patrimonio histórico de México, que en manos de sus campesinos, son la verdadera solución para la producción de alimentos y la soberanía alimentaria.
No se trata de una pequeña contribución a la crisis alimentaria: según el informe coordinado por Don Mitchell, reconocido economista del Banco, la producción de agrocombustibles es responsable hasta en 75 por ciento del aumento de los precios alimentarios, y no de 3 por ciento, como afirma el gobierno estadunidense. Fuentes del BM declararon a The Guardian, que el informe fue suprimido para “no avergonzar al presidente Bush”. Otro 15 por ciento del aumento se debería a la suba de los precios del petróleo y agroquímicos.
El informe afirma que hay tres factores primarios, que en efecto dominó son responsables del aumento de los precios de los alimentos. Primero, que los granos para producción de combustibles fueron desviados de la producción alimentaria. Una tercera parte de la producción de maíz en Estados Unidos se usa para etanol en lugar de alimentos. Europa está utilizando la mitad de los aceites vegetales que produce o importa, para producir biodiesel. Segundo, el estímulo a los agricultores para que dediquen más tierra a los agrocombustibles, a costa de la tierra dedicada a producir alimentos. Tercero, la promoción de los agrocombustibles abrió un excelente terreno para la fuerte inversión de los fondos financieros especulativos, causando más aumento de precios.
Los fondos especulativos (hedge funds) salieron del sector inmobiliario en crisis y entraron agresivamente a la compra de stocks presentes y futuros de granos, empujando el alza de los precios, como parte de las apuestas financieras. Actualmente, más de 60 por ciento de las reservas y producción futura de maíz, trigo y soya han sido compradas por este tipo de fondos.
El informe confirma también que el aumento de poder adquisitivo en países como China e India “no llevó a aumentos en la demanda de granos a nivel global”. Este es uno de los argumentos favoritos de Estados Unidos y Brasil, para justificar la crisis alimentaria y exculparse por la agresiva promoción de agrocombustibles. Mitchell concluye, sin embargo, que el impacto del etanol brasilero no tuvo la misma carga en la debacle internacional de precios. Claro que para el Banco Mundial , el hecho de que el etanol brasilero sea subsidiado con trabajo semiesclavo y devastación de ecosistemas únicos, no es un costo.
Según datos del Financial Times (30/10/07), el subsidio anual de los países de la OCDE a los combustibles agroindustriales es de 15 mil millones dólares anuales. David King, anteriormente jefe de asesores científicos del gobierno británico, declaró a The Guardian “(con los biocombustibles) estamos subsidiando el aumento del precio de los alimentos mientras que no hacemos nada para enfrentar realmente al cambio climático”
No es la primera vez que el Banco Mundial critica los agrocombustibles, pero este informe es mucho más detallado y preciso que los anteriores. Sin embargo, la propuesta “alternativa” del Banco, igual que la de las empresas de agronegocios, es que se aumente la ayuda alimentaria (así se subsidia a las mismas empresas de agronegocios que ganan tanto con alimentos caros como con agrocombustibles, y además venden los granos como “ayuda” alimentaria), mientras se refuerza el apoyo a las próximas generaciones de agrocombustibles, que conllevan cultivos y árboles transgénicos o cosas peores, como vida sintética artificial –con lo cual igual compiten por tierras y agua.
En este escenario, es absurdo y criminal que el gobierno mexicano siga insistiendo en la producción de agrocombustibles, que solamente beneficiarán (en grande, eso sí) a las grandes transnacionales de los agronegocios que dominan el comercio de granos en México y en el mundo, como Cargill y ADM, y a las que controlan la semillas de maíz u otros cultivos dedicados a ese fin, como Monsanto, Syngenta y Dupont, los barones de los transgénicos.
Cualquier inversión en agrocombustibles, del tipo que sean, espoleará la escasez y carestía de los alimentos. Si además, se autorizara el maíz transgénico, como pretende el gobierno para complacer a las transnacionales, se aumentará la dependencia de las empresas extranjeras, al tiempo que la contaminación transgénica dañará los cultivos convencionales y tradicionales, patrimonio histórico de México, que en manos de sus campesinos, son la verdadera solución para la producción de alimentos y la soberanía alimentaria.
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