Las repercusiones de la crisis mundial se hacen ya sentir fuertemente con las suspensiones en la Nissan y en la Ford, la caída del precio del petróleo, la reducción de las remesas y del turismo. Cuando la crisis aún no ha empezado su peor fase, el Estado, que basa sus impuestos en Pemex, deberá reducir sus pagos a proveedores (que a su vez despedirán personal), disminuir las obras públicas y los fondos para educación y sanidad, aumentar aún más los destinados a policía y fuerzas armadas. Lo hará, para colmo, con un gobierno nacido del fraude y que perderá aún más apoyo con su impotencia y con sus políticas sociales antipopulares. Quedan cuatro años de un gobierno ilegítimo golpeado por avionazos y por su desprestigio, y es muy improbable que pueda seguir como hasta ahora e incluso que los termine. Su mayor éxito –cooptar a la dirección del PRD y hacer que ese partido votase todas sus leyes peores, incluida la ley Televisa– se va por el caño ante la muy seria posibilidad de que los ex votantes del PRD sigan a López Obrador en la construcción de un aparato político con otras siglas, y lo que quede del PRD vaya directamente, o como grupo palero, hacia el PRI (salvo unos pocos que saltarán directamente al carro del PAN).
El gobierno no prevé los grandes acontecimientos mundiales (le apostó a McCain y lo recibió); no prevé el curso de la economía estadunidense, a pesar de que México depende de ésta; no gobierna e, incapaz de vencer al narcotráfico, parece haber pactado con éste al nombrar en Gobernación a un gran defensor de delincuentes. Con unas fuerzas armadas inquietas porque son obligadas a hacer de policía y que ven la infiltración de la delincuencia en los mandos represivos y con un país que rechaza al gobierno como un cuerpo ajeno, ¿cuál “normalidad” o legalidad podemos esperar? Ahí está, entre otras ofensas intolerables al pueblo mexicano que algún día el régimen deberá pagar, la prueba aberrante de la condena brutal a los de Atenco, queriendo amedrentar y hacer un escarmiento de clase, mientras a los policías violadores, torturadores, asesinos que los reprimieron nada se les hace.
Frente a un gobierno autista, que se contenta con durar un día más, y a una supuesta oposición perredista que no puede arrastrarse más por el lodo porque debería hundirse en la tierra, ¿qué queda? ¿Esperar el agravamiento brutal de la crisis económica, con despidos masivos y sin la válvula de escape de la emigración? ¿Creer en Santa Clos y aguardar unas elecciones improbables y, si se hacen, fraudulentas, para barrer al PRIAN-chuchos de las Cámaras? ¿Seguir con el sistema lópezobradorista de sístole-diástole, de convocatoria y desconvocatoria, para mostrar los músculos organizativos al poder pero con la firme intención de no mover nada, esperando que el gobierno caiga como una pera madura?
Ahí están, sin embargo, los maestros en lucha en diferentes estados y en plantón en el DF; ahí está la permanente resistencia oaxaqueña, a pesar de la represión contra la APPO; ahí están los indígenas zapatistas, encerrados y mudos en sus juntas de buen gobierno, esperando el inevitable mazazo que el gobierno les reserva; ahí están los sectores estudiantiles en lucha que tratan de reanimarse y de reflexionar; ahí está la insistente y heroica resistencia de las adelitas y los adelitos que vuelcan en el aparato organizativo obradorista su capacidad de lucha y su voluntad de defender la democracia y las viejas conquistas. La alternativa puede y debe salir de ahí: de la movilización unificada y la autorganización democrática y plural, en un frente único, de todos estos sectores.
AMLO propone un programa mínimo de renovación nacional. Aparte de que el mismo no incluye nada para los emigrantes mexicanos ni contempla nada sobre Estados Unidos; no toca a los banqueros en cuyas manos deja esa estafa que son las Afore; no dice nada sobre la formación de una corriente democrática, anticharra y antiladrones de alto bordo, en Pemex; no habla de la libertad de los presos políticos ni plantea contra la desocupación el rechazo de las suspensiones y contra la carestía un aumento generalizado de salarios; la idea misma de un proyecto alternativo es correcta y es defendida también por el Diálogo Nacional, o sea por las corrientes sindicales y políticas a las que AMLO no se refiere. Por consiguiente, además de reformular un texto común alternativo poniéndole como eje la libertad de todos los presos políticos, la defensa de las libertades y de las conquistas y la autorganización de obreros, funcionarios, estudiantes, campesinos, indígenas para conseguir implantarlo, es indispensable sumar fuerzas políticas y sociales para esa alternativa. ¿No es posible acaso golpear juntos aunque marchando separados, es decir, combatir unidos para organizar un frente único por un proyecto alternativo, llamando a actuar en común al Frente Nacional contra la Represión, a las organizaciones del diálogo nacional, a la otra campaña y el EZLN, a la CND lópezobradorista, a los sindicatos y organizaciones indígenas y combativas en lucha? Que cada uno asuma su responsabilidad si prefiere rechazar un llamado unitario de este tipo y diga entonces claramente que espera que el capital solucione por sí mismo sus problemas a costa de todos o que el gobierno acabe de hundir el país. Por lo menos identificaríamos mejor a los hipócritas.
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