
En un número reciente de la revista Scientific American se reporta sobre una controversia alrededor del efecto de un compuesto químico conocido como bisfenol-A. Este compuesto es parte de un creciente grupo de substancias sintéticas que se han incorporado a nuestra vida diaria como parte de diversos productos de consumo generalizado.
En el caso particular del bisfenol-A, éste se encuentra en los tubos de PVC, en cubiertas plásticas que recubren las latas de alimento y en algunos de los contenedores de plástico que usamos para almacenar nuestros alimentos o para consumirlos, como por ejemplo en los biberones y garrafones de policarbonato que son resistentes al impacto.
Este compuesto fue sintetizado por primera vez en 1891 y se comenzó a usar como un estrógeno sintético en la década de 1930. Los estrógenos son hormonas fundamentales que regulan muchas de las funciones reproductivas de los animales, incluyéndonos, claro está, a los humanos. Tiempo después, los químicos descubrieron que combinando el bisfenol-A con fosgeno, un gas que se usó en la Primera Guerra Mundial como arma química por sus efectos neurotóxicos, y otros compuestos, se formaba el policarbonato.
El bisfenol-A que qued

Este último argumento confunde dos conceptos relacionados, pero diferentes, la toxicidad de un compuesto químico con sus efectos como disruptor hormonal. Un compuesto es tóxico cuando se comporta como un veneno, una sustancia que mientras más se consuma sus efectos son más dañinos.
El caso de los disruptores hormonales es diferente, en este caso, debido a que estas substancias alteran o interfieren con los mecanismos de nuestro cuerpo regulados por las hormonas, son activas en cantidades muy pequeñas y de hecho, es posible que si se consumen dosis grandes el efecto dañino cese porque el cuerpo se insensibiliza y deja de responder a la sustancia.
Los disruptores hormonales son peligrosos precisamente por esta característica de actuar en concentraciones muy bajas, porque pueden entrar a nuestro organismo de manera casi imperceptible y afectar nuestra salud años después, o la salud de nuestros hijos. Esto sucede debido a que estos compuestos se acumulan en el cuerpo y pasan de la madre al feto

La diversidad de químicos sintéticos que actúan como disruptores hormonales es larga, y podemos encontrarlos en todo tipo de productos que consumimos o utilizamos todos los días. Entre ellos están: los parabenos, que es una familia grande de compuestos químicos que incluye algunos de uso muy frecuente que no se han reportado como disruptores hormonales, como es el caso del benzoato de sodio, un conservador de alimentos muy utilizado en mermeladas y otras conservas; el profenofos, un insecticida organofosforado muy utilizado en el cultivo del algodón, que es común contaminando acuíferos en zonas dedicadas a este cultivo; compuestos derivados de la dioxina, un contaminante producido en algunas industrias como la de la celulosa, en particular la TCDD (2,3,7,8-triclorodibenzo-p-diox

Otros disruptores hormonales son compuestos químicos presentes en productos de uso común como los trímeros de estireno, que se encuentran en contenedores para alimentos derivados del poliestireno o los ésteres de ftalato, que se encuentran en cosméticos y contenedores de plástico flexibles para alimentos, como algunas botellas de refrescos, y el ya mencionado bisfenol-A. ¿Son estos compuestos un peligro para nuestra salud? La respuesta es sí, y en el caso del bisfenol-A se encontró en 2004 que este compuesto está en la orina de 95 por ciento de todos los habitantes de Estados Unidos, lo que es una razón de peso para preocuparnos
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