volvía de Asturias y en el taxi escucho que acaba de pasar un temporal con olas hasta de 8 metros.
La situación diaria del mar es aquí muy importante, como es natural en una ciudad que le da la cara. Se mantiene una observación constante de sus alteraciones, se miden las mareas, la velocidad de los vientos, el grosor y la densidad....es lógico pero para mi extraño. El mar tiene una presencia poderosísima y yo nunca había vivido en una ciudad con mar.
Al otro día -domingo- hubo un sol magnífico. No podía dejar pasar el ir a presentarme ante ese mar, donde el Atlántico se encuentra con el Cantábrico en esta esquina de España.
así que estrené la ruta hacia la playa de Riazor, cuesta abajo, sin saber que me llevaría solo unos 12 minutos de caminata. En la esquina de mi calle, Pascual Veiga, y Villa de Negreira (la esquina de mi cuadra) bajo a la derecha hasta llegar a la Plaza de Portugal y la Avenida Buenos Aires...ahí está el mar, imponente, entrando a la caleta todo espuma, su color turqueza lechoso levantándose en las olas una tras otra tras otra.
pareciera que hay más espuma que agua, si se me permite la imagen. Estaban cerrados los accesos a los miradores, pero había alguna gente en traje de baño, muy resistente, sin importarle el gélido viento ni la segura heladez del agua.
mucha gente había venido a observar el mar. El malecón estaba lleno de coruñenses y turistas, absortos con el constante y poderoso oleaje. Y auqneu no eran holas de 8 metros eran suficientemente impresionantes.
me llama mucho la atención el símbolo pirata debajo de la Torre de Hércules (el faro romano más antiguo en uso) como ícono de la ciudad. Habrá que investigar
la arena es gruesa, floja. Me dice Inma que esta playa fue rellenada. Promete llevarme a otras playas, mpas naturales... por lo pronto la vista de esta de Riazor es suficiente para llenar mi espíritu de aroma salado y primigenio...
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