miércoles, febrero 03, 2010

percebes, seres de otro mundo

Los percebes (pollicipes pollicipes) son unos seres marinos que me tienen obsesionada. Los encontramos María y yo entre los mejillones y las minchas, bien escondidos entre las rocas. Sin embargo pudimos coger algunos y nos los comimos. La forma de estos crustáceos tan singulares es totalmente especial. Fálica, ya que tiene un pedestal con el que se aferra a las rocas, con una piel escamosa que cubre una carne rosada parecida al pulpo. O así me supo. Sobre el pedestal estas uñas, monumento a la garra.


Algunos años antes vi los primeros percebes en el mercado de la Boquería en Barcelona. Tenían un gran letrero: NO TOCAR, PERCEBES VIVOS, 19.90 EUROS EL KILO.
Eran distintos en color, en viveza, en lo hermafrodita, a los gallegos que nos comimos. Me pregunto además, cómo era que esos estaban vivos. Lo que si es que la parte sonrosadísima de su boca era de vivísimamente erótica.
Percebes con sabor a mar, me dicen. A pulpo. A sexo, seguro.
¿y la obsesión? los he dibujado todos estos días.

1 comentario:

Encarna González dijo...

Las percebes en femenino, me evocan sabores a mar, me recuerdan a mi abuela, le encantaban y nos las comíamos en navida dmano a mano, una pa tí otra, pa mi, en la cocina,... íbamos desentramando esos mazos en que venían unas cuantas, para saborearlas intensamente y que no se desperdiciase ninguna, aunque fuera pequeña. Bien es cierto que el acto de comer era un acto placentero en el que chupábamos, succionábamos, presionábamos para separar la cabeza y que saliera la carne de es piel escamada, que me recordaba las armaduras. Liberámos la carne del bicho que comíamos saboáandola con intensidad.