
Entre los manifestantes, además de Madres y familiares, había representantes de diversos organismos, y entre ellos el Premio Nóbel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, que llegaron marchando desde el que fuera centro clandestino de detención Escuela de Mecánica de la Armada (Esma), hoy convertida en Museo de la Memoria.
En el estadio monumental sonaba la voz siempre solidaria del uruguayo Daniel Viglietti. “No son sólo memoria son vida abierta. Dicen que no están muertos, escúchenlos, escúchenlos, cantan conmigo”, decía esa voz amplificada por el viento. También se dejaba escuchar una grabación con las voces demandantes y desesperadas de las primeras rondas de las Madres de Plaza de Mayo: “sólo queremos saber dónde están nuestros hijos. A dónde los llevaron”. Y las lágrimas se dejaron caer en las tribunas, donde había muchos jóvenes.

Esta vez River fue el estadio de la memoria, la solidaridad y el rescate de otros símbolos, con la “otra final un partido por la vida y los derechos humanos”. Argentina contra Argentina, jugado por jóvenes del Sub 20 y algunos ex campeones de aquel mundial del 78.
También participaron otros jugadores improvisados de los organismos de derechos Humanos. Hubo empate, con un gol para ambos bandos, que en realidad eran uno solo: “Argentina y el partido que debemos jugar todos juntos, para que nunca regrese el horror”.
El secretario de Deportes de la Nación, Claudio Morresi, recordando su participación con otros ex campeones del 78 dijo que entonces tuvo que escuchar en silencio y masticando su “rabia y dolor” el discurso del dictador Jorge Rafael Videla. “Fue un jueves y hasta hoy siento que puede ser señalado como uno de los momentos más tristes cuando la dictadura utilizó aquella auténtica alegría de muchos por el futbol, como si fuera algo propio. Fue muy doloroso”.
Como lo fue la publicidad que salió al mundo desafiante: “los argentinos somos derechos y humanos”. Hace 30 años, “la dictadura utilizaba el deporte para imponer el terror.. hoy los argentinos siguen teniendo pasión por el deporte y a los asesinos se los pone en la cárcel”, dijo Morresi, y afirmó que siempre se ha negado a “pensar que una dictadura pueda adormecer al pueblo”.
La idea de la “otra final” surgió en el Instituto Espacio para la Memoria(IEM) un ente autónomo, del que participan una mayoría de organismos de Derechos Humanos, el gobierno nacional y el de la ciudad de Buenos Aires.
Sin embargo, esta original actividad deportiva y cultural, de profunda significación humanitaria, fue evidentemente silenciada por la mayoría de los grandes medios masivos de comunicación aquí. Los mismos que en 1978 llenaron sus espacios con la publicidad que les pagó la dictadura.
Sólo la Televisión y Radio estatal y medios alternativos, que se multiplican en todo el país y tienen conexión con el mundo, cubrieron el acto “de amor y reivindicación”.
Los integrantes del IEM entregaron medallas recordatorias a los jóvenes que jugaron este partido y a los ex campeones de 1978 que no quisieron faltar a la cita.
Con manos y banderas en alto al finalizar el partido –y antes de comenzar el homenaje de los cantantes– todos dijeron “presentes” a los 30 mil desaparecidos, como solicitó desde el escenario, con la tribuna vacía atrás, Taty Almeyda, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. Treinta años después ese “presente” sonó a justicia en River Plate.